15/05/2016 Por Luisa Corradini para La Nación. FUENTE
Políticos, empresarios y estrellas del espectáculo pagan fortunas por este servicio; cada vez hay más agencias especializadas
PARÍS.- Imposible prescindir de ellos: estrellas de cine y televisión, políticos o empresarios, todos quieren su bodyguard (guardaespaldas), nuevo signo exterior de poder de los VIP.
Es triste, pero es la realidad. Este año, el Festival de Cine de Cannes no será solo una cascada de champagne que hará burbujear la primavera: la edición 2016 está signada por el estrés y una alerta terrorista al rojo vivo. Y si bien el público está acostumbrado a ver numerosas personalidades bien protegidas, este año, la profusión de gorilas en traje negro parece ensombrecer la mítica alfombra roja del palacio del festival.
«Sería extremadamente irresponsable ignorar el contexto», advirtió el alcalde de Cannes, David Lisnard, después de haberse reunido con el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, hace varias semanas. Como en algunos films que verán los invitados, varios francotiradores fueron colocados en los techos de la célebre ciudad de la Costa Azul.
Pero el fenómeno no se produce solo en los eventos extremadamente mediáticos o cuando las estrellas recorren la alfombra roja: la exigencia de protección crece en forma exponencial en Francia y en el resto de Europa.
«Después del atentado contra Charlie Hebdo hay una multiplicación de pedidos de protección de parte de personalidades que francamente no corren ningún peligro», reconoce un oficial de policía. En esos casos, el trabajo recae en funcionarios de policía del SDPL, servicio de protección que depende del ministerio del Interior. El problema es que el procedimiento de evaluación del nivel de amenaza que pesa sobre las personas en cuestión ha dejado de ser respetado, se lamenta Pierre, que tiene en su haber diez años de servicio.
«Los VIP, amigos del poder, dan un golpe de teléfono a Matignon [sede del primer ministro] o al Elíseo [sede de la presidencia], y se les adjudica una escolta, sin más», agrega. Pero lo que preocupa a los responsables policiales es el fenómeno de moda.
«Para ciertos VIP, el guardaespaldas reemplazó el Rolex. Es el accesorio imprescindible», dice. La diferencia es que no solo representa un signo exterior de riqueza, sino un símbolo de notoriedad.
Los guardaespaldas están tan de moda que, cuando el Estado no se hace cargo, la gente se los paga de su propio bolsillo. Muchas estrellas los hacen financiar por sus respectivas sociedades de producción. En esos casos, en un continente donde la portación de armas está rigurosamente reglamentada, deben hacer una solicitud especial para equipar a sus custodios.
Terrorismo obliga, desde hace unos meses los pesos pesados de la industria y las finanzas continentales reforzaron sus equipos de seguridad. Los Dassault, Pinault, Agnelli o Murdoch no toman la cuestión a la ligera. Sus choferes y custodios son ex oficiales de los servicios de élite de las fuerzas de seguridad que toman precauciones inimaginables. Sus casas y oficinas personales, por ejemplo, son «desempolvadas» con detectores especiales todas las semanas.
«La mayoría son auténticos paranoicos que tienen miedo de todo, pero nos tienen una confianza total. Es una relación muy fuerte», confiesa Kevin, una especie de montaña de músculos de 25 años.
Una relación estrecha y también un trabajo de oro que puede ascender a 10.000 euros por mes. A ese precio, «cualquiera se deja gritonear y hasta cambia las lamparitas sin chistar», confiesa Kevin.
El mercado de la seguridad en Europa crece en forma exponencial. En Francia hay 6000 empresas que emplean 170.000 personas. «Todo el mundo ve que hay un filón», confirma Philippe Pain, presidente de la Federación Francesa de Agentes de Protección Personal. «En Cannes, muchas empresas abren en marzo y abril, justo antes del Festival. Y para responder a la demanda de estudios, joyerías y organizadores, el sector recluta masivamente a precios cada vez más bajos. En esa carrera, las empresas pagan a sus agentes apenas diez euros la hora», precisa Pain.
Eso es precisamente lo que inquieta a los especialistas. Hasta hace poco, los guardaespaldas franceses eran solo policías o ex militares con certificaciones otorgadas por el Consejo Nacional de Actividades Privadas de Seguridad (Cnaps). Ahora -se lamentan- esos profesionales formados «a la antigua», pagados entre 500 y 1000 euros por día, deben competir «con vigías salidos de Carrefour que soñaron un día con convertirse en bodyguards«.